León Jaime Ceballos M. Estudiante de psicología. UCN-Colombia.
Si asumimos que la moral es el tratado sobre las costumbres o reglas de una sociedad y que ética es la reflexión sistémica y sistemática sobre las costumbres, la ética profesional equivale a la reflexión permanente sobre nuestras prácticas como profesionales, en orden a producir ejercicios y actitudes, que se compensen con la dignidad y relevancia socio-política de nuestro rol en la sociedad.
Es evidente, que como sociedad tenemos deficiencias y malformaciones en muchas de nuestras prácticas y actuaciones sociales o individuales; lo cual, nos configura como un país, con una cultura de la vulnerabilidad frente a los asuntos éticos. No obstante, le corresponde a las universidades y a nosotros mismos, contribuir a la construcción de una cultura sólida y sistémica de la eticidad; de suerte, que en todos nuestros actos , prácticas, costumbres, actitudes y creencias, pensemos en el “juego limpio” y a nuestras actuaciones siempre le imprimamos un sentido moral, en virtud de nuestro compromiso con un país y un ser humano más convivente, pacífico y justo.
En este orden de ideas, a los profesionales nos corresponde tener una disposición ética coherente y a toda prueba, que por lo menos haga práctica permanente las siguientes premisas:
1. Siempre se debe proceder con honestidad, reflejada en sinceridad y honradez en nuestros compromisos y actuaciones.
2. El secreto profesional debe ser un elemento insoslayable en las actuaciones ; de tal suerte, que su observación, constituya una fuente de confianza, dignidad y reconocimiento hacia el usuario o cliente.
3. Las comunicaciones con la persona que acude a solicitar los servicios de un profesional, deben basarse en el respeto, la valoración, reconocimiento y potenciación del interlocutor –usuario o cliente- ; de tal manera, que siempre busque la promoción o desarrollo del individuo y la sociedad. En este sentido, el lenguaje debe ser sincero, delicado, impecable y con un tono civilizado y/o civilizante.
4. La única pretensión de un profesional éticamente dotado, será la de servir y contribuir con el desarrollo, bienestar y felicidad de los seres con los cuales interactúa, en función de su rol en la sociedad.
5. El profesional debe poner todo su empeño en la construcción y cualificación de su gremio, sobre la base de actuaciones moralmente impecables y un sentido de la contribución a la mejoría de las condiciones de la profesión. Por ello, es imprescindible la actualización y formación permanentes, que cesarán solamente con la muerte.
6. Recordar que el profesional es un factor humano de referencia para las demás personas de la sociedad; en este sentido la “pulcritud profesional”, debe estar aparejada con su “ejemplo moral” para sus conciudadanos.
Solo en la medida en que los profesionales actuemos de manera ética y seamos referentes para el desarrollo de la cultura de la eticidad, podremos soñar con una sociedad más justa, pacífica, democrática y con condiciones más cercanas a la humanización, o si se quiere , a la civilidad.

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